Pequeño enfermo en una silla trata de tocar el rostro de su madre. Ella se acerca rosando su cabeza.

Un espacio de encuentro

Sebastián nació con un lunar gigante. Su mamá, Judith Luarte, lo ha acompañado en el largo proceso de reconstrucción de su brazo. La amistad con otras mamás y cariñosas atenciones, le han dado la fuerza y la alegría para seguir adelante.

Sebastián Villegas (14) nació con un nevus gigante en el brazo izquierdo. Si bien era un lunar muy invasivo, la biopsia mostró que no era cancerígeno. El problema fue que -con el pasar del tiempo- la raíz llegó hasta al hueso, poniendo en riesgo su brazo.

Cuando Sebastián tenía un año comenzaron las cirugías. Dos años después, un doctor le dijo a Judith que en el Hospital Exequiel González Cortés había muy buenos cirujanos plásticos de niños. Así, y luego de varias conversaciones, Sebastián empezó a atenderse ahí. “Nunca más me fui de este Hospital”, recuerda.

En 2012 le extrajeron el lunar. Estuvo cinco meses hospitalizado. Luego de muchos injertos rechazados, de él y de piel de cerdo, finalmente aceptó uno de piel de su pierna.

El panorama hoy, según el equipo médico, es que debiesen faltar dos o tres cirugías reconstructivas más. “Ha sido un proceso súper largo, pero el brazo está súper bien ahora. Estoy muy agradecida de la vida. Uno no tiene que perder las esperanzas nunca”, señala feliz Judith.

Durante los cinco meses que Sebastián estuvo hospitalizado, Judith iba todos los días de ocho de la mañana a 11 de la noche. Fue un periodo agotador, que incluyó pasar muchas fechas especiales en el Hospital. “En nochebuena dieron permiso y pudimos estar hasta la una de la mañana”, recuerda. Llegó a las 04:30 a su casa y las 8:30 del 25 ya estaba en el Hospital. Luego de saludar a su hijo, bajó a tomar desayuno a la Sala y descubrió que las mesas tenían galletas, queques y muchas cosas ricas. “Las asistentes nos hicieron sentir como en la casa, como que uno estuviera en familia”, dice Judith.

Sebastián también ha podido disfrutar de algunas actividades de la Sala. “Él mira no más, porque no habla muy bien”, explica Judith y describe algunos de los eventos. “La fiesta de Navidad de este año fue apadrinada por una familia y fue muy linda. Estaba todo decorado y trajeron un cóctel y regalos. También recuerda la felicidad de Sebastián cuando para un Día del Niño, Ronald McDonald visitó la Sala: “todos estaban vueltos locos con los trucos de magia y sacándose fotos con él”. En cuanto a ella, los que más disfruta son la celebración del 18 de septiembre y la tarde de los jueves, donde “viene un grupo de voluntarios y trae muchas cosas ricas”, comenta riendo.

Además de los momentos de relajo que la sacan de sus preocupaciones, Judith se ha hecho de buenas amigas en sus 12 años en el Hospital. “Todavía tengo contacto con todas las mamás que nos hemos hecho amigas aquí, almorzando, tomándonos un té, llorando y riéndonos”, cuenta. Por todo esto, cuando ella ve a mamás nuevas les dice: “vayan a la Salita. Ahí uno se ríe y lo pasa bien. Te relajas y te olvidas un poco de esto”.